Lo primero de todo es lavar bien los tomates, para que no haya restos de tierra ni de ningún producto químico que pueda traer. A continuación tenemos dos opciones, una es hacer el salmorejo incluyendo la piel del tomate.
Algunas personas prefieren hacerlo con piel, también depende de la potencia de la batidora que tengas, ya que una vez que pasemos a batirlo, si tiene la potencia suficiente para triturar esas pieles, no hace falta pelarlos.
En el caso de que no dispongas de ese tipo de electrodoméstico, la mejor opción es pelarlos para evitar encontrar las pepitas y las pieles del tomate. Y normalmente a quien más le importa que no tenga esos elementos, es a los más pequeños, que ya son bastante reacios a comer en verano, como para que le pongamos fácil las escusas.
Así que si vas a pelarlos, un pequeño truquito, es ponerlos los tomates en agua caliente unos 40 segundo y luego pasarlo a un bol con agua muy fría, así podremos eliminar toda la piel del tomate, sin llevarnos toda su carne al pelarlos.
Una vez pelados, trocéalos, y añádeles el pan seco (pan duro del día anterior) ya desmenuzado, el ajo picadito, un poco de vinagre y sal. Lo mezclamos para que todo quede bien unificado.
Ahora toca pasarlo por la batidora y dejarlo como una crema bien suave. Aquí le añadimos un chorrito de aceite de oliva. Para eliminar las pepitas que no se haya triturado, podemos pasar la crema por un colador o chino y así retirarlas casi todas, al igual que la piel si no la has retirado antes.
Probamos el resultado y aliñamos con aquello que creamos que le falte, sal, vinagre o aceite. Cuando esté en el punto que nos gusta, la llevamos a la nevera para que enfríe y así esté fresquita cuando queramos disfrutar de ella.
Mientras enfría, ponemos a cocer dos huevos hasta que estén bien hechos, aproximadamente unos 8 minutos. No nos interesa que la yema esté líquida, sino bien cocida, ya que la vamos a triturar o rallar. Primero la clara, luego la yema. Esta se servirá junto con el salmorejo, donde cada uno echará la cantidad que más le guste.
Con el jamón ibérico hacemos lo mismo, picamos unos taquitos de nuestro jamón preferido y lo reservamos para decorar y servir junto al salmorejo. Pica suficiente, porque suele se lo primero que se acaba, sobre todo, si el jamón es de Mencas.
Ahora ya solo te queda disfrutar de este caluroso verano con uno de los platos más fresquitos, ricos y sencillos de nuestra gastronomía.